El Puentecito comenzó su historia en nuestra ciudad como muchos otros; pulpería, almacén general, lugar de reuníon, de paso y de todo lo que uno de pueda (o no) imaginar de cómo era la vida en 1750.
Nos cuenta su propietario actual (Hermida hijo), que este es el bodegón más antiguo de la Ciudad. Nunca se mudó de este lugar y funciona como tal desde 1873. Si bien el Imparcial es otro restaurante que alimenta a los porteños desde algo antes, no estaba ubicado en el lugar en el que esta ahora.
Historia y actualidad
En el fondo del salón existe un museo en donde se hallaba la vieja matera de la posta de 1750. Aquí se encontró un pozo destinado a enfriar bebidas. La colección del museo es asombrosa, el tiempo se detiene aquí: bordalesas de vino de 1890, toneles de cerveza de principios de siglo XX.
El Puentecito también fue hotel. Allí se hospedó Hipólito Yrigoyen; en uno de sus balcones dio su último discurso antes de ser presidente en 1916.
Volviento a nuestros días y hablando de su menú, tenemos una carta de unos 100 platos, en lo que domina la comida española, los mariscos, arroces, pescados y una mención especial para las muy porteñas milanesas y tira de asado, otro de sus platos estrella. También tenemos muchos platos con pollo y las costillas a la riojana
Si hay que esperar los platos principales, no viene nada mal una porción de rabas o un omelette de aucauciles (alcachofas para gallego don hermida).
De postre todos los clásicos de este tipo de bodegones, a lo que le podemos sumar la Copa El Puentecito que viene con dulce de leche, chocolate, nueces y crema.
La experiencia
Los que amamos los lugares viejos y sufrimos cada vez que alguno cierra sus puertas, tenemos en el Puentecito una especie de lugar para volver siempre. La comida es buena y abundante, pero el ambiente es lo mejor del lugar.